El equipo de Gobierno, de Izquierda Unida (IU), en el Ayuntamiento de Lena debe de haber resuelto al fin el serio problema de falta de electricistas, una deficiencia que, como es aún fácil de recordar, dejó buena parte del núcleo urbano de La Pola sin iluminación durante varias noches de este otoño. Se supone que ya están cubiertas esas plazas porque sí se están haciendo trabajos en ese campo, con la instalación de cámaras de videovigilancia en las calles (lo de las farolas en las caleyas de los pueblos tendrá que esperar a mejor ocasión). Como se ha publicado en este periódico, en exclusiva, la “nueva moda” municipal, tras una fase en la que se eliminaron decenas de aparcamientos y se llenó la vía pública de voluminosas macetas (un despilfarro que todavía se está pagando), ahora pasa por montar una especie de “gran hermano” para controlar el tráfico.
Desde la Alcaldía se justifica la implantación de esos dispositivos como una medida para mejorar la seguridad. Evidentemente, bajo esa carta de presentación nadie puede mostrar su disconformidad, pues sería algo así como nadar contra corriente. Pero si se entra en el fondo de la cuestión parece que todo apunta más a un afán recaudatorio (hay que sacar dinero de donde sea para saldar las deudas de una nefasta gestión) que a un propósito real de proteger a las personas. Basta con observar su ubicación, en lugares como el acceso al barrio de La Caleya, en la pendiente Manolo Pilares (la de la ferretería “La Bisagra”) o en la confluencia entre Celso Granda y Hermanos Granda, un punto éste en el que desde ya es obligatorio detener por completo el vehículo a la altura de un “stop” que, sin necesidad de ser expertos en la materia, por las características de la vía, recta, con amplia visibilidad y una única dirección, podría quedar perfectamente regulado por un “ceda el paso”.
Pero no, resulta bastante más rentable multar a vecinos despistados por la fuerza de la costumbre o a los visitantes que no se percaten de que están posando para una foto “de recuerdo” que les va a quitar las ganas para siempre de volver a una villa que hoy por hoy tampoco ofrece demasiado.
Si de verdad se quiere mejorar la seguridad hay unas cuantas actuaciones pendientes, como la habilitación de badenes en las travesías en las que no se suele respetar el límite máximo de velocidad (Robledo y El Masgaín, como ejemplos más significativos) o un estacionamiento más frecuente del radar en esos tramos.
Macetitas, camaritas… A ver qué es lo próximo. Felices fiestas navideñas.
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